miércoles, 11 de agosto de 2010

Póker

Una mesa redonda, de paño verde. De ésas, así como de póker.
Una luz de circunstancias ilumina la sala.
Se sientan a la mesa, la Razón y el Corazón.
Es un mano a mano en el que se juegan la felicidad (de más está decir que es un típico póker cerrado).
No es un juego fácil; ambos se conocen de memoria y son eternos rivales.
Sin embargo -y es aquí dónde radica el encanto del juego- solo uno de ellos miente (o se miente), otorgándole clara ventaja al adversario. El otro, por su parte, actúa con tanta naturaleza y espontaneidad que sería irresponsable no sospechar de estrategias.
Claro está a quién pertenece cada papel, ¿no?

Tic-tac, y el tiempo da las cartas.

Mientras la razón espera fría y concentrada las reacciones del corazón al mirar sus cartas, éste se emborracha de nostalgia y recuerdos vagos de tantas (tantas) manos anteriores. No son buenas cartas las del bobo. Es más; son pésimas, como las que le tocan siempre. Pero hace falta mucho más, si es que hay más, para que se abandone la mesa.

La Razón tiene todas las de ganar, le ha tocado una mano exquisita. La derrota no es siquiera una posibilidad. Pero, como siempre le sucede, no logra encontrarle significado a la tranquilidad de quien tiene enfrente, quien sabe que perderá inexorablemente. Se asusta y pierde los estribos. No medita con claridad a la hora de cambiar cartas. Se pregunta si ella sola puede contra él.

El Corazón eleva la apuesta. Tiene un full de angustias y certezas de sufrimiento. Fantasea con sacar un As de ilusión bajo la manga, pero como siempre, está arremangado y no puede ocultar nada.
Naturalmente, nadie se atrevería a hacer una apuesta fuerte con esa mano. Pero él confía en su instinto y una mala mano no lo hará cesar en su búsqueda de una escalera de placer.

La razón se regodea con un póker de experiencias, pero espera llegar a formar un color de seguridades. Observa detenidamente al Corazón. Se pregunta si tal vez puede salir vencido por ese rebelde e imprevisible músculo que va al frente desnudo y sin más mañas que la esperanza y la búsqueda incansable de eso que desconoce.
Iguala la apuesta al mismo tiempo que arriba a la sala la especulación. La seducción acude también, acompañada de la lujuria. Vestidas para la ocasión, ajustadas dentro de un rojo pasión y de inmediato flanquean a la Razón salpicándole gotas de desenfreno, que ella –inmutable como siempre- seca con un seco pañuelo de pudor y cordura.

De todas formas, el juego se reduce a ellos dos.

Los de afuera son de palo, por más que confundan incentivados por no quedar nunca afuera.
El tiempo pide ver cartas.

La Razón, exultante, despliega su juego: tiene escalera; experiencia, lógica, miedo, seguridad y comodidad.
El Corazón, rendido, extiende las cartas boca abajo por sobre el verde paño. Ya sabe que perdió y siempre lo supo. ¿Importa saber sus cartas?
Pero no por eso se va a privar de volver a tentar a la Razón en cuanto el coraje vuelva a convencerlo de que lo haga.

La Razón se recuesta en su asiento y fuma un cigarrillo de tranquilidad, mientras que el Corazón se ahoga en licores de desamparo e impotencia. Ebrio, pero de amargura, tambalea entre inseguridades.

Desparramado aguarda la llegada del Dolor, quien suele acostarse con él esas noches en que cree que puede ganar en una de esas mesas.

De paño verde.
Así, como de póker.   

2 comentarios:

  1. A veces uno sin darse cuenta minimiza lo que escribis porque viene de un amigo, el mismo que hace chistes boludos, toma una birra o juega un picadito con vos, entonces lo minimiza a un: "esta bueno pato"

    Pero la verdad que despues de leer los cuatro cuentos que aparecen en el blog, uno se queda con la sensacion de que leyo algo de calidad, que te dejo algo, que te enseño un poquito mas.

    Disfruto de lo que escribis, te admiro la pasion que le pones a lo que te gusta y ademas te quiero mucho amigo.

    Sos crack hermano!

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  2. Es raro, pero desde el otro lado pasa algo parecido. Detrás del comentario de cada amigo uno puede pensar "buen, me lo dice porque me tiene aprecio", pero también se que un tipo como vos no necesita apelar a ese tipo de cosas.

    Gracias Gone, lo aprecio muchísimo y más viniendo de vos, que se que no habituás a pasar los ojos por este tipo de cosas. Es un orgullo ser destinatario de tan lindas palabras.

    Sabés todo lo que admiro yo de tu persona y cómo me marcaste (más allá de que no hayamos compartido infancia, como te encargás de recalcar cada tanto). Un abrazo de alma, hermano.

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