domingo, 27 de junio de 2010

Fin del camino

Noventa y tres kilómetros por hora, y la aguja que continúa devorando rayas blancas.
Tarde.
El quejoso e histérico grito de las gomas mordiendo el asfalto a cada volantazo para esquivar cada auto, cada camión, cada muerte a cada metro. El reflejo azul e intermitente que me asalta en los espejos y la otra aguja, la de la nafta, que se precipita al vacío.
Ciento cinco kilómetros por hora y por qué soy yo la presa.
“Pueblo Libertad, 25 kilómetros”, el cartel se burla de mi adrenalina.
¿Hacía falta? Si, hacía. ¿Llegar a ese extremo? Quizás, quizás no. Aguantá un poco más. Los postes de luz aceleran y el horizonte parece ser mi único refugio.
Ciento veintitrés kilómetros por hora y el primer disparo que entra por la luneta.
El pie que se funde con el acelerador y el motor que gruñe endemoniado. Los billetes; los papelitos color violeta debajo de la campera en el asiento del acompañante, escoltados por el .38. Un patrullero que trata de ponerse a mi lado y la cara de la caza en la cara del cazador del policía.
Ciento cuarenta y la transpiración resbala desde mi cuello hasta la palanca de cambios.
“Pueblo Libertad, 7 KM” y espero que aguantes un poco más.
Y por qué no había puesto el seguro, y por qué el chico que justo tenía que entrar en la oficina. Y por qué nadie quiso escucharme. Los disparos silban perversos alrededor. El helicóptero de la televisión y mis uñas atraviesan el cuero del volante. Ya llego.
167 Km/h y la aguja de la nafta que termina de desplomarse.
Y por qué te enfermaste así, y por qué la prepaga no quiso cubrir el tratamiento, por favor aguantá un poco más, mi amor, ya llego. “Rotonda Pueblo Libertad” y vos que ya debés haber puesto el noticiero y estos hijos de puta que le aciertan a una de las cubiertas.
109 y me dirijo a la banquina.
74 y el primer vuelco.
58 km/h y atravieso el parabrisas.
0.
“Espectacular persecución policial tuvo lugar la noche de ayer en los alrededores de Pueblo Libertad. El hecho se produjo a las 20.45, luego de que Hugo Giménez, albañil de 35 años, asesinara al empresario textil Walter Rovirá para sustraerle la suma de $30.000 pesos. El homicida escapó de la escena del crimen en un automóvil Renault 9 y fue perseguido por efectivos de la policía bonaerense que tras una heroica y valiente persecución que duró más de dos horas lograron que perdiera el control del vehículo y diera un vuelco, que terminó con la vida del delincuente. El hijo de Rovirá, de 9 años había alertado a la policía luego de presenciar el brutal asesinato de su padre.
                                Fuentes judiciales aseguran que Rovirá, un empresario reconocido 
                                por su…”